Tenemos
la despensa llena de productos
comestibles (no me atrevo a llamarlos alimentos) en bellos paquetes, rápidos de
preparar y fáciles de conservar, en los
que prima más el aspecto y el sabor que la calidad alimentaria y nutricional.
A
la vida moderna la acusamos de la situación actual de la alimentación. Pero
somos nosotros los que cada vez compramos más alimentos cómodamente
almacenables y con fechas de caducidad disparatadas. Todo esto gracias a que la
tecnología ya nos los ofrece procesados y con todos los aditivos necesarios,
empaquetados y bien presentados, precocinados y listos para comer en unos pocos
minutos.
Nos
eximimos de toda culpa al decir que el día a día no nos permite cuidar nuestra
alimentación y para poder “sobrevivir” no nos queda más remedio que dejamos
llevar por la embaucadora industria alimentaria que nos hace “la vida más fácil”
y, sobre todo, más cómoda.
Pero, ¿a qué precio?
La salud no viene en paquetes
En
los envases actuales nos podemos encontrar los apelativos de: natural, saludable, receta tradicional, como hecho
en casa, estilo casero; las aclaraciones: sin colorante ni
conservantes, sin azúcares añadidos, sin colesterol, bajo en grasas; y especificaciones como el desglose de
calorías por cada nutriente (con un cómputo total sorprendentemente bajo). Pero
todo esto NO SON MÁS QUE DATOS PARA CONFUNDIRNOS.
Un
alimento que necesita una caja que lo envuelva y lo conserve, una larga lista
de ingredientes y precisa, además, un eslogan que sea atrayente, a mi, ya me hace desconfiar.
La felicidad no viene en paquetes
Todos
tenemos recuerdos de la infancia asociados a alimentos y distintas situaciones,
unas positivas y otras negativas, combinadas con emociones que perviven en
nosotros a lo largo de los años. Actualmente, la publicidad ya se encarga de
que en nuestras mentes queden ligados y bien conectados ciertos “alimentos” con
emociones, imágenes, sentimientos, deseos,…, siempre positivos, que provienen
de una minuciosa publicidad con campañas de marketing cuidadosamente diseñadas.
Los
alimentos frescos y naturales no sufren tácticas de fascinación ni operaciones de
persuasión. Puede que por eso, ver una pera o una col no despierte las mismas
emociones que un artificioso anuncio del refresco por excelencia.
La longevidad no viene en paquetes
Ciertamente
vivimos más años y disponemos de más comestibles (no alimentos) que nuestros
bisabuelos pero también es cierto que cada vez la gente enferma más pronto y la
calidad de vida de los últimos años, en ocasiones, raya lo inhumano.
Observando
la dieta de los longevos vemos que el denominador común son alimentos no industrializados,
yo lo llamaría ALIMENTOS, con mayúscula. El resto, los comestibles (llamados
así porque se pueden comer, no porque sean sanos), los OCNIs (ObjetosComestibles No Identificados) no entran es su alimentación diaria.
Los
alimentos son fuente de energía, nos nutren y nos dan vida, así que lo que
hagamos con los alimentos, inexorablemente, revertirá en nuestra salud. De nosotros depende que calidad de vida
queremos para nuestros años.
¿Cuál es la buena noticia?
Que
si estás leyendo esto es porque en tu interior algo se está removiendo y te
hace cuestionarte la alimentación moderna.
Que
tienes en tu mano un arma poderosa, la libertad para elegir qué comes y cómo lo
comes.
Que
dispones de mucha información a tu alcance. Solo has de buscar fuentes fiables,
leer con sentido crítico y aplicar lo que resuene contigo.
Por último…
No
dejes que la industria te diga lo que tienes
que comer, al fin y al cabo ellos solo
quieren vender.
Enseña a tus hijos el valor real de las cosas, a distinguir entre las necesidades
reales y las impuestas por el sistema y la publicidad.
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Exelente, por mas conciencia social
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