La alimentación
es un proceso adaptativo que ha ido evolucionando con la humanidad. Pero si evaluamos la forma moderna de comer apreciaremos
que la evolución humana y la alimentación no han discurrido por caminos
paralelos. Esto significa que el desarrollo de la tecnología y las nuevas
capacidades innovadoras han dejado atrás un aspecto tan básico la como la nutrición
equilibrada.
En 1979
Claude Fischler, sociólogo francés que ha hecho interesantes reflexiones sobre
antropología sociocultural de la alimentación, ya hablaba de crisis en la
alimentación, en sus distintos aspectos, tanto biológicos como sociológicos, debido,
entre otras cosas a la pérdida de costumbres y tradiciones.
Hace pocas
generaciones, en la cultura tradicional había una estrecha relación entre
los ingredientes bien escogidos en el mercado, el plato a preparar, la forma de
prepararlo e, incluso, la mano y el cariño de la persona que realizaba esta
función, generalmente la madre, y podría añadir que hasta los utensilios que
utilizaba. Sin olvidar la hora de comer, que se convertía en un acto familiar
de encuentro.
Con la
incorporación de la mujer al mundo laboral, el funcionamiento del hogar sufre
una transformación que repercute en las actividades cotidianas, incluida la alimentación.
Este cambio es más acusado hoy en día, con el ritmo de vida acelerado que llevan
todos los miembros del hogar, que reduce
considerablemente el tiempo de compra y realización de comidas caseras tradicionales. A lo que hay que añadir la dispersión horaria, en muchos hogares cada
miembro de la familia come a horas diferentes.
Por estos
motivos, la alimentación humana se ha ido alejando de la naturaleza y de sus
productos naturales para ir acercándose a los productos tecnológicos. Estamos
perdiendo la relación directa con los alimentos originales y llenando despensa de productos elaborados con larga fecha de caducidad y fácilmente almacenables. Las grandes corporaciones nos los ofrecen ya lavados,
encerados, troceados, empaquetados, procesados, precocinados, etc. Permitimos
que la industria nos presente productos con supuestas mejoras o cualidades
beneficiosas para la salud, llamándolos alimentos funcionales. (Que
yo sepa, un alimento natural, ya es funcional en si mismo, posee vitaminas,
minerales, fitonutrientes y otras sustancias bioactivas. Para beneficiarnos de todas
ellas, solo tenemos que hacer consumo de temporada).
Así que los fabricantes para “facilitarnos la vida” nos ofrecen productos procesados, es decir, que han sufrido varias transformaciones y procedimientos para obtener un artículo que llame la atención del consumidor actual ávido de soluciones rápidas. Fischler denomina a este tipo de alimentos, OCNIs: Objetos Comestibles No Identificados.
Estos OCNIs
contienen ingredientes básicos o principales, otros no tan básicos pero
necesarios para que el producto se más vendible (ya sea por sabor o por buena
presencia) y finalmente una serie de aditivos, de los que desconocemos (los
consumidores, no las autoridades) casi todo: su origen, su forma de fabricación,
y lo que es más grave, su comportamiento en el cuerpo una vez ingeridos.
Aún así, el
consumo de alimentos procesados va en aumento bajo la bandera de la comodidad y
el ahorro de tiempo. El slogan podría ser este: “Ya no tendrá usted que
buscar los ingredientes, prepararlos, cocinarlos y después limpiar la cocina. Solo
necesitará calentarlo, en el mismo recipiente y listo para comer”. Por supuesto,
nadie comenta nada acerca de los envases en los que vienen los alimentos y que,
según ellos, pueden calentarse en el microondas. Es decir, para terminar de
rematar la presencia de sustancias indeseables, vamos añadir algunas nuevas al
calentarlas con su plástico.
La industria
tecnológica creadora de nuevos alimentos sigue creciendo y juega con una serie
de ventajas:
- Una continua innovación, sobre todo con productos enriquecidos que están de moda y son bien aceptados, creando productos de buena presencia, cómodos y atractivos.
- Las campañas publicitarias, son esenciales, instaurándonos necesidades que no tenemos y ofreciéndonos supuestas soluciones a nuestras carencias nutricionales.
- Y por ultimo la disponibilidad, cualquier alimento anunciado en TV está rápidamente a nuestro alcance gracias a la producción globalizada.
De esta manera hemos llegado a la globalización de la alimentación. Esto no solo quiere
decir que ahora tengamos acceso a
alimentos exóticos de lugares lejanos, me refiero a la presencia de los mismos alimentos
industriales en todas partes del mundo, lo cual nos lleva a la homogenización alimentaria, de manera
que una gran marca puede producir y vender masivamente el mismo producto en
cualquier punto del planeta para que todos comamos lo mismo.
En resumen, hemos
dejado que la industria decida por nosotros lo que debemos comer. Aquellos productos comestibles (no me atrevo a llamarlos alimentos) en los que se valora
mas el aspecto y el sabor que la calidad alimentaria y nutricional.
Esta forma de
comer, la llamada comida rápida, refleja la realidad de una sociedad
atrapada por las prisas y los horarios laborales, inmersa en una acuciante necesidad de realizar cada vez más cosas y, sobre todo, obsesionada por sacar tiempo
de donde sea.
Volviendo al tema de la comida como elemento cultural y/o tradicional. Fischler para designar la soledad del comensal moderno y la desestructuración del lenguaje culinario acuña el término Gastro-anomia, que define como la comida ya no incorpora un acto cultural ligado al territorio ni a la actividad agrícola y sobre todo, la rotura en la relación producción-consumo de alimentos. Algo así como la desvinculación del acto cultural y/o tradicional que supone todo el proceso de alimentarse, desde el acto de comprar los alimentos hasta el acto de comerlos en familia.
Como siempre
los peor parados son los niños. Se están acostumbrando a comer procesado
y rápido, están perdiendo el paladar para los productos naturales y el gusto
por lo fresco. Además la publicidad dirigida a ellos es aún más engañosa y los
anuncios que promueven buenos hábitos son escasos y no crean la expectación y
la misma “necesidad” que un alimento
procesado “bien vendido”.
Así llegamos
a la paradoja actual. A pesar de tener tantos alimentos a nuestro alcance,
realmente ¿sabemos lo que estamos comiendo?
En palabras
de Fischler: estamos asistiendo a un Festín Envenenado.
(*) Claude
Fischler es Director de Investigaciones de Centre Nacional de la Reserche Scientifique
(CNRS; Francia) y director del Centre Edgar Morin (Institut Interdidciplinaire
d’Anthropologie du Contemporain, École de Hautes Études en Sciencies Socials,
Paris).
Una de sus
obras más relevantes es: El (h)omnívoro. El gusto por la cocina y el cuerpo.
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Hola! efectivamente hay tanto proceso en nuestros alimentos y tanta desinformación sobre los envases y cómo afectan, y los preservantes y sus efectos nocivos que cuando enfermamos recién nos ponemos a pensar en leer bien etiquetas e investigar. A veces la simple forma de preparar los alimentos también es dañina, no?
ResponderEliminarJusto puse hoy en mi blog algo sobre los alimentos más dañinos, espero que lo puedas visitar. Besos
Hola Agus. Gracias por tu comentario.
EliminarRealmente nos complicamos mucho la vida a la hora de comer. Pienso que sería más sencillo si la mayor parte de nuestra dieta se fundamentara en frutas y verduras, además de estar mejor alimentados, no tendríamos necesidad de comprar y leer etiquetas de tantos alimentos procesados
muy cierto y sería más fácil, y es cuestión de acostumbrarse. Gracias por la visita!
ResponderEliminarNo alcanzo a comprender porque se fabrica estos alimentos, ocnis como dices tu, si ya se sabe que llevan sustancias insanas. Las autoridades lo permiten?
ResponderEliminarLos aditivos son aceptados por las autoridades dentro de unos márgenes, incluso aquellos que son potencialmente peligrosos. "Dicen" que la ingesta diaria máxima está calculada de manera que nunca llegue a niveles tóxicos.
EliminarA mi personalmente no me convence este argumento.
Muy bueno tu blog, no siempre sabemos si estamos comiendo bien o mal.
ResponderEliminarGracias. Hay que esforzarse un poco y no comer cualquier cosa. En resumen, lo mejor sería evitar los alimentos procesados y volver a los alimentos frescos.
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