Con
el paso del tiempo me he dado de cuenta de que cada vez aprecio más la calidad y la antepongo a otras cosas. Años atrás pasaba mucho tiempo haciendo la compra, leía
muchas etiquetas, analizaba los ingredientes y valoraba los nutrientes de cada
paquete que caía en mis manos. Me sorprendía y me enfadaba con lo que me encontraba
y me soliviantaba la incongruencia del reclamo publicitario de “alimento saludable” (bien visible en el paquete) con la información verdaderamente relevante para el consumidor (que era y sigue siendo pequeña o difícil de encontrar).
Hoy en día me gustan más los mercados y las fruterías, disfruto de mi pequeñísimo huerto de balcón, compro alimentos ecológicos a granel y, la verdad, prefiero invertir más tiempo en cocinar sano que en desentrañar etiquetas.
La
gratificación de abrir un paquete y comer su “delicioso contenido prefabricado" solo tiene
un placer sensorial momentáneo, en cambio la satisfacción de crear tu propia
comida con alimentos llenos de vida y color no es comparable con nada.
También te gustará:
Deja tu comentario
Publicar un comentario